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Pequeño y listo como un gorrión

La de Francisco o la del Gorrión, el mítico ultramarinos carballés, cumplirá este año 55 años

¿Quién, que sea de Carballo, no ha ido en alguna ocasión a la de Francisco de A Ponte? Es nuestro ultramarinos más mítico y prácticamente único en su especie. Este negocio familiar sobrevivió a la competencia de las cadenas de supermercados y lo hizo, no sólo resistiendo, sino también  creciendo y conservando su esencia: más madrugador que ningún otro, probablemente el más veterano, y también el más diferenciado: nada más entrar podemos encontrar productos como las patatas finas de Carballo que las y los labradores les venden directamente.

Carmen Varela, a sus casi ochenta años, es la memoria viva del negocio, y con ella da gusto hablar, porque la sonrisa no se borra de su boca mientras recupera para nosotros la historia. Es obvio que ha trabajado mucho, pero que también ha disfrutado mucho de su trabajo. Aún hoy, enlutada porque hace unos meses que murió su marido, Francisco, baja al negocio, se sienta en una silla y observa desde allí el continuo ir y venir de clientela.

Con media docena de platos

En la esquina de las calles Berdillo y Compostela comenzaron

En la esquina de las calles Berdillo y Compostela comenzaron

Carmen recuerda con claridad cuando comenzaron con  la tienda, hace casi 55 años, con tan sólo media docena de platos y otra media docena de pocillos. Francisco y ella se acababan de casar y decidieron dejar la aldea (ella era de Malpica, de Cerqueda, y él un carpintero de Santa Irene de Castrillón, en Lema). El padre de Carmen les compró la "llave", el traspaso, de un ultramarinos situado en la esquina entre las calles Compostela y Berdillo, y allí comenzaron a levantar su vida en común.

"¿Tú sabes lo que es salir de la aldea, sin saber nada, y ponerte con un negocio?", nos dice Carme, mientras nos confiesa que, cuando vino a vivir para el pueblo, lloró todo un año. En todo caso, pronto espabilaron, porque a Francisco no tardaron en "bautizarlo" en el barrio. Tres clientes, Balbino, Lolecho y Tinos, quisieron vacilar y engañar al tabernero novato, diciéndole que habían tomado menos copas de las que en realidad se habían metido entre pecho y espalda. Lo hicieron en una ocasión pero no más, porque cuando volvieron, Francisco optó por trazar una raya cada vez que pedían algo y, cuando lo quisieron volver a engañar, no pudieron. Salieron de allí diciendo: "Es pequeño pero listo como un gorrión". Y el apodo aún se conserva medio siglo después.

La tienda de la esquina

Francisco e Carmen, cuando se casaron

Francisco e Carmen, cuando se casaron

En aquella esquina de las calles Compostela y Berdillo les fue bien. "Vendíamos lo que queríamos", nos dice Carme. Aquel era , y sigue a ser, un estupendo cruce de caminos, y también parada de los buses de Pallas, que venían  de la carretera de Ordes, del lado de A Silva y de Sofán, y de Franco, la línea que unía Carballo con Compostela. También era zona estratégica en los días de feria, que por aquellos tiempos en los que comenzaron, duraban todo el día. Muy cerca, donde ahora está el edificio del Fórum, había una amplia feria de ganado con gran afluencia de tratantes, clientela y labradores y labradoras que iban a conocer los precios para vender en sus casas.

Lavando en el Anllóns

A Francisco y a Carmen les costó dejar aquella esquina en la que tan bien les había ido, pero lo hicieron pasados unos años. A unos metros, junto a un solitario poste de la luz, se vendía un solar y decidieron comprar, edificarlo, y trasladar para allí el negocio. Fue el suyo, nos dice Carme, el primer edificio de aquella zona, que por aquel entonces era todo herbazal hasta el parque del San Martiño.

En aquellos años en los que Francisco y Carme abrieron tienda en Carballo, el barrio tenía una apariencia muy diferente a la actual. Buena parte estaba sin construir, y no había edificios, sino casitas, que tampoco contaban con agua corriente. Las mujeres iban a buscar agua a la fuente y lavaban en el río, en el Anllóns (porque tampoco habían llegado aún las lavadoras), dejaban la ropa a clarear en su ribera, y la tendían luego en un robledal que estaba situado en la zona de la feria del ganado.

De cuando se fiaba

Carmen, subiendo del almacén

Carmen, subiendo del almacén

Poco a poco, los tiempos fueron cambiando, y el Ultramarinos Francisco fue testigo. Carmen nos habla de un punto de inflexión clave: la apertura de la refinería en A Coruña. Antes, nos dice Carme, la Nochebuena no parecía  Nochebuena porque no había dinero para celebrarla. Cuando los hombres comenzaron  a trabajar en A Coruña, nos dice, al regresar del trabajo paraban ya en el ultramarinos a comprar.

Carmen se acuerda de cómo se fiaba en aquellos mundos de carestía y, también, de prestarle dinero a la gente que emigraba a Suiza para poder pagar el viaje, dinero que les devolvían cuando venían de vacaciones.  "Carballo se hizo con el dinero de la gente que fue al extranjero", sentencia Carmen.

La continuidad

Carmen y los hijos que ahora llevan el negocio

Carmen y los hijos que ahora llevan el negocio

Tan  poco dinero se movía en aquellos años en los que comenzaron, que la gente no compraba el arroz en kilo ni un litro de aceite, sino en cuartillos o libras. La de Francisco fue, también, la primera casa de la zona (y de Carballo, nos dice Carme) que tuvo televisión, de lo que se acuerdan bien los vecinos y vecinas del entorno, que allí iban para poder vela.

Este ultramarinos que fue taberna, que fue hospedaje, que incluso tuvo comedor en el que hacer bodas, guarda anécdotas, seguro, para escribir un libro, como cuando Francisco tuvo que sacar  por la ventana los sacos de café de Portugal (que entonces estaba intervenido) para intentar esquivar a los guardias civiles sin éxito. Pero el espacio de este reportaje es limitado y el punto final llama a la puerta. Terminamos con esta que es la foto de la continuidad: Carmen, junto a los dos hijos que ahora llevan el negocio, Manuel y Antonio, en el mostrador un día de feirón en Carballo.


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