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Legumbres Minuca: el negocio que llegó hasta el bisnieto

Bergantiños fue, desde los años 60 hasta los 90, una de las principales zonas productoras de habas de España

José Manuel Mancebo, cuarta generación del negocio familiar

José Manuel Mancebo, cuarta generación del negocio familiar

José Manuel Mancebo, de Legumbres Minuca,  es el digno heredero de una estirpe fuerte de mujeres, que hicieron de las ferias su salvoconducto para salir adelante en la vida. Ya su bisabuela, Carmen Rodo, y su abuela compraban en la feria a la gente del campo para luego vender a almacenes o a tiendas de coloniales como la que tenía Luis Calvo en el pueblo antes de convertirse en un referente estatal en el mundo de las conservas.  La tradición, y también el apodo, "as da Roda", fue pasando de madre a hija de generación en generación: de la bisabuela, Carmen da Roda, a la abuela, Mucha da Roda, y de la abuela a la madre, Minuca, que le da nombre al negocio que en la actualidad regenta José Manuel.

Acudimos junto a José Manuel para saber de la historia de un negocio familiar, Legumbres Minuca, que ha llegado ya a la cuarta generación. Pero con él descubrimos mucho más. Algunas cosas sorprendentes y agradables, como saber que la zona de Carballo estuvo, desde los años 60 a los 90, entre los principales productores de habas de España e incluso de Europa. Otras también sorprendentes pero mucho menos agradables: la desaparición de las semillas autóctonas, como las habas del "riñón", las del caldo o las de fabada; la caída en picado de la producción de unos años a esta parte, debido al abandono del campo, y las estrategias ahora utilizadas por las grandes empresas de legumbres, que importan las habas en países como Argentina o la India, a pesar de publicitarlas en los medios como alubias autóctonas.

La historia de esta familia es un espejo de la historia de nuestro importante pasado agrícola, cuando Bergantiños era nutrida despensa no sólo de habas, sino también de trigo, maíz o patatas, y también de nuestra no menos importante tradición ferianta

La historia de esta familia es un espejo de la historia de nuestro importante pasado agrícola, cuando Bergantiños era una nutrida despensa no sólo de habas, sino también de trigo, maíz o patatas, y también es espejo de la no menos importante tradición ferianta carballesa. De hecho una no podría existir sin a otra: las ferias de Carballo no llegarían a tener tanta fama sin los productos de nuestros labradores y labradoras. Y esto, la importancia ferianta de nuestro pueblo, es de lo primero que nos recalca Minuca cuando comenzamos a hablar con ella: "Y es que Carballo tiene seis o siete ferias". "Tantas?", preguntamos. "Sí, claro, las de los cuatro jueves del mes, el segundo y el cuarto domingo del mes y, cuando hay "feirón", una de regalo".

En caballo a A Coruña

La fundadora del negocio, Carmen Rodo, y su marido

La fundadora del negocio, Carmen Rodo, y su marido

Todo comenzó cuando la bisabuela de José Manuel, Carmen Ruedo, con cinco hijos y un marido que había ido y venido varias veces de la emigración en Argentina, con vivienda de alquiler en la calle Berdillo, decidió buscar un modo de traer dinero a casa. Cogía el caballo e iba hasta A Coruña, donde compraba naranjas para luego revenderlas en el pueblo y las ferias.

Pasó de las naranjas al mundo de las legumbres y de los granos, y fue ahí donde nació la tradición ferianta de la familia. Carmen Ruedo, bien a su pesar, no sabía leer (le pedía al hombre, y luego a la nieta, Minuca, que le  leyese el periódico), pero de inteligencia andaba sobrada y no sólo ideó un modo de vida para salir adelante en los tiempos que corrían, sino también para las generaciones próximas de la familia, hasta llegar incluso al bisnieto.

La joven despierta

Minuca y su madre, segunda y tercera generación del negocio

Minuca y su madre, segunda y tercera generación del negocio

Mucha, la hija de Carmen y la abuela de José Manuel, se metió de lleno en el negocio. Su marido, Manuel, había venido de la Guerra Civil enfermo del corazón, quizás de todo lo que allí tuvo que ver y vivir. Era conductor y le tocaba llevar a los soldados muertos a las fosas. Algunos, decía, aun iban vivos para el hoyo. Con el marido enfermo, el mundo de las ferias se convirtió en el soporte principal de la economía familiar.

Minuca, con quien hablamos para este reportaje, empezó a ir a las ferias para comprar mercancía con sólo 13 años, con manojos de dinero de hasta 200.000 pesetas que llevaba guardados en una bolsa junto al pecho. Era una chavala muy despierta y nunca, nunca, le robaron, nos dicen con orgullo.

O Carballo dos almacéns

Cribos para limpiar y  seleccionar las habas

Cribos para limpiar y seleccionar las habas

En aquellos mundos el negocio funcionaba de manera distinta. El producto que ellas compraban en las ferias lo revendían a almacenes como los del Zorro, que aún existen, los de Botas, la de Chorón, Verdes o Suárez. Allí  contaban con el dinero preciso para la compra venta de cantidades grandes de producción, y con la maquinaria necesaria también para cribarla, seleccionarla y venderla después para toda España e incluso en alguna ocasión para el extranjero, a destinos como Francia o Cuba.

Los almacenes irían cerrando a finales de los 80 y principios de los 90, y el negocio familiar tuvo que reinventarse. José Manuel, que ya de regreso de la mili había comenzado a trabajar con la madre (a disgusto del padre, que deseaba que fuese herrero como él) comenzó a llevar la mercancía directamente a fuera de Galicia, en su camión, sin intermediarios, y empezaron a encargarse también del cribado y seleccionado previo con una máquina traída de Vigo que, nos comenta José Manuel, debe estar ya cerca de los cien años.

Cuando los campos dejan de producir

Haba del caldo, hoy casi desaparecida

Haba del caldo, hoy casi desaparecida

Ahora llegó el momento de una segunda reconversión, bien dolorosa, porque los productos con los que trabajaban, aquellos que germinan en nuestro campo, están desapareciendo. Tal es así que José Manuel y su mujer hubieron de reinventarse de nuevo y, en el almacén donde antes se hacía acopio de los sacos de habas, ahora tienen, desde hace medio año, una frutería. La caída de la producción de haba, en los últimos tres años, fue brutal. José Manuel desgrana datos que lo hacen evidente.  En el 2000, nos dice, podía haber en una feria entre 80 y 100 toneladas de haba asturiana y del "riñón". En el 2010, esa cantidad bajó a unas 20 toneladas. En 2013, en la feria más fuerte del año, hubo tan sólo 20.000 kilos. "Ahora mismo, en la comarca de Bergantiños, no creo que haya más de 30.000 kilos de haba. Y esa era la cantidad que antes podías encontrar en la feria a eso de las diez de la mañana", nos comenta.

La desaparición de un mundo

Haba asturiana de legumbres Minuca

Haba asturiana de legumbres Minuca

El actual responsable de Legumbres Minuca es todo un experto del mundo de las habas. "Podrías hacer una tesis", le decimos. Con gusto, nos explica las diferencias entre la haba asturiana, la del "riñón" o de chavella, la de fabada o hembra, la rubia, la redonda blanca o la pinta. Alguna de ellas están a punto ya de desaparecer. A partir de los años 90 comenzaron a ser sustituidas por la asturiana, que tenía mejor precio.

José Manuel ama su oficio, el que también fue el oficio de sus antepasadas, el que vivió desde que, con solo siete años, ya acompañaba a su madre a las ferias a aguantar los sacos mientras se llenaban o a vigilar a quien por allí había merodeaba con afán de lo ajeno. Es el último escalón de una estirpe y de un mundo que, si nadie cambia la inercia de la corriente, dentro de muy poco terminará por extinguirse.


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